TEMARIO

lunes, 28 de noviembre de 2011

TELOMERASA, CANCER Y ENVEJECIMIENTO:

La telomerasa cuando se hace adulta se aletarga y ocasiona que los telómeros se acorten, si los telómeros se acortan a una longitud crítica, la célula deja de replicarse. Este acortamiento produce en tejidos humanos al agotamiento de la célula, lo que contribuye al deterioro de funciones de los tejidos en ancianos.

Visto así, para evitar el acortamiento de los telómeros, una posible solución sería reactivar la telomerasa que con la edad se aletarga, pero ¿qué ocurre si se reactiva?

Si la telomerasa se reactiva, esta enzima empieza a trabajar incansablemente para mantener el tamaño de los extremos cromosómicos, dando lugar a la inmortalidad celular, algo que, aunque pudiera parecer lo contrario, no es beneficioso.

En las células cancerosas, se ha reactivado la enzima de la telomerasa, y por el contrario lo que se estudia en estos casos es inhibir esta encima para detener el crecimiento incontrolado de las células tumorales.



Se sugiere así un nuevo tratamiento del cáncer, por lo que varios estudios han contemplado la posibilidad de inhibir la telomerasa para detener el crecimiento de las células tumorales.

Se cree que la telomerasa es uno de los pilares que sostienen el crecimiento de tumores. En base a ello se encuentran los mecanismos que hacen que una célula mortal se convierta en una célula inmortal. Esta última puede dividirse indefinidas veces permitiendo el crecimiento del tumor, mientras que la célula mortal no. Lo que confiere la capacidad de multiplicarse indefinidamente y traspasar los límites normales de vida celular es la actividad de la telomerasa.

En la actualidad se buscan terapias capaces de estimular la actividad de la telomerasa en las células normales, sin activar la característica de la proliferación descontrolada de las células cancerosas. Tal terapia podría evitar gran parte del deterioro del envejecimiento, manteniendo la longitud de nuestros telómeros, que fortalecen y estabilizan nuestros cromosomas. A esto hay que añadir que se están realizando investigaciones para identificar todos los genes implicados en el envejecimiento, con el objetivo de eventualmente alterar su función en la búsqueda de una óptima salud y longevidad.

Cortar las alas al cáncer sin perjudicar al resto

Curiosamente, cuando una célula comienza a convertirse en maligna y ve que sus extremos cromosómicos menguan peligrosamente, activa la telomerasa, los reparan y sigue dividiéndose a sus anchas. Dicho de otro modo, la célula consigue mantenerse siempre joven y lozana. Si los científicos lograran bloquear la telomerasa sin causar daños colaterales, conseguirían que las células cancerosas envejecieran y murieran. En este sentido, hay especialistas trabajando en cómo reducir la síntesis de telomerasa con fármacos, pero De Grey propone una solución más radical: la eliminación total de los genes que rigen su síntesis. Con ello, le negaríamos al cáncer la oportunidad de mutar para resistir el tratamiento oncológico. La cuestión es complicada, porque no sólo habría que tener puntería para borrar la telomerasa de los genes adecuados en tejidos que no dependen de las stem cells, sino que también habría que reponer las células madre regularmente, para garantizar la división de todas aquellas células que sí necesitan replicarse para mantener los órganos y tejidos.

Lo más deseable sería que nuestras células contaran con telómeros kilométricos, que nos alargarían la vida y alejarían el fantasma de los achaques seniles, incluyendo los problemas cardiovasculares. Con esto quedaría resuelta una parte de la ecuación. Pero queda la otra: acortar los telómeros de las células cancerosas para que mueran antes de que constituyan un tumor. En el centro de este laberinto está la telomerasa, la enzima responsable de añadir letras a los telómeros erosionados.

¿Cómo se distingue una célula normal de una célula cancerosa?

La célula se divide y al hacerlo sus estructuras se dividen también en otras exactamente iguales a las anteriores, con los mismos componentes y funciones que la originaria.

Las células normales crecen a un ritmo limitado y permanecen dentro de sus zonas correspondientes. Las células musculares se forman y crecen en los músculos y no en los huesos; las de los riñones no crecen en los pulmones, etc.


Estas funciones y este ritmo de crecimiento viene determinado por el ADN. Algunas células tienen menos tiempo de vida que otras, como por ejemplo las células del intestino que tienen un período de vida de dos semanas, mientras que los hematíes viven durante unos tres meses.

Otras células van a vivir el tiempo que viva la persona y sólo se dividen para sustituirse a sí mismas, éste sería el caso de las células óseas que actúan cuando hay que reparar una fractura.

La vida de cada grupo de células es distinta y funcionará según se lo dicte su ADN que es distinto para cada tipo de célula. Cada célula está bien diferenciada.


La célula normal pasa a convertirse en una célula cancerosa debido a un cambio o mutación en el ADN.

A veces esas células, cuya carga genética ha cambiado, mueren o son eliminadas en los ganglios linfáticos. Pero, otras veces, siguen con vida y se reproducen.
Las células cancerosas tienen un aspecto diferente, bien porque su forma ha cambiado o porque contengan núcleos más grandes o más pequeños.

Estas células son incapaces de realizar las funciones que corresponden a las células pertenecientes a ese tejido.

Generalmente se multiplican muy rápidamente, porque les falta un mecanismo de control del crecimiento.

Con frecuencia, son inmaduras debido a que se multiplican de una forma muy rápida y no tienen tiempo suficiente para crecer plenamente antes de dividirse.

Al formarse un gran número de células cancerosas, se amontonan, presionan o bloquean a otros órganos y les impiden realizar su trabajo.

El sistema inmunológico se encarga de la defensa del cuerpo a través de los leucocitos que buscan y destruyen a las bacterias y virus.

Los leucocitos viajan por la sangre y por la linfa y se acumulan en aquellos lugares donde hay infección para rodear y matar a las bacterias o virus y, más tarde, emigran por medio de los vasos linfáticos a los ganglios linfáticos.

Los ganglios linfáticos son como racimos de uvas situados en distintas partes del organismo.

Cada ganglio recibe los linfocitos y es en ellos donde se filtran y destruyen las bacterias, los desechos y los propios linfocitos desgastados.

Cuando se produce alguna infección, los ganglios linfáticos se pueden inflamar. Si la infección se produce en un diente, se inflamarán los del cuello. Si la infección es en una mano, estarán aumentados los de la axila correspondiente. Los ganglios también pueden estar inflamados cuando hay un tumor.

 CELULAS CANCERÍGENAS: 
  
Por culpa de la edad nos pueden dar los siete males
El científico británico Aubrey de Grey está convencido de que existen siete retos científicos para alcanzar la vida cuasi-eterna. Siete tecnologías y terapias médicas aún por desarrollarse, incluyendo la cura contra el cáncer y la manipulación de las células a nivel molecular y genético que, de recibir ahora la financiación inicial, se podrían comenzar a prescribir dentro de tan sólo tres décadas. Los tratamientos no estarán dirigidos contra los sistemas orgánicos que se descomponen al final de la vida con las enfermedades degenerativas y la pérdida de facultades motrices, sino hacia sus precursores. Nos referimos a las sustancias indeseables que se van acumulando por efecto del metabolismo y que al alcanzar un nivel crítico interfieren con el funcionamiento del cuerpo.
“Sólo existen siete categorías de daños en el organismo relacionados con la edad: una es la pérdida de células que no se reemplazan. Otra es lo opuesto: la acumulación de células no deseadas. Después hay cosas que andan mal dentro de ellas, y así en el tercer puesto están las mutaciones en los cromosomas, en el cuarto, las mutaciones en el ADN de las mitocondrias –centrales energéticas celulares–, y en el quinto, la acumulación de moléculas no digeribles en los lisosomas –vesículas intracelulares para digerir los desechos–. Los problemas sexto y séptimo se dan en los espacios entre las células: los depósitos de moléculas indigeribles que bloquean el paso, y la proliferación de enlaces entre proteínas que endurecen los tejidos elásticos de las arterias. "
Sobre la viabilidad de intervenir en estos desaguisados, De Grey contesta que tres de las soluciones ya están en fase de ensayos clínicos. Una es el trasplante de células madre –o stem cells– en zonas cerebrales que necesitan que se produzca la mermada dopamina, para combatir los síntomas del Parkinson. También se inyectan ya células madre con el fin de regenerar el músculo cardíaco. Y contra el endurecimiento de las arterias, es posible “diseñar medicinas que rompan esos enlaces químicos sin efectos secundarios”.
Los problemas tumorales son los más difícil de atajar
De todos los problemas, el más complicado de resolver atañe a las mutaciones en los cromosomas, las estructuras con forma de lazo en que se organiza el ADN. Dicho de otro modo, la curación del cáncer. “La evolución ha tenido un problema con el mantenimiento del ADN especialmente difícil de atajar. Me refiero a que los organismos mueran debido a procesos tumorales”, dice el biogerontólogo. “El cáncer puede matarnos si una célula sufre las mutaciones equivocadas. La técnica que estamos desarrollando en SENS para combatirlo se llama Whole-body Interdiction of Lengthening of Telomeres (WILT), impedir el alargamiento de los telómeros. La idea central de nuestra estrategia parte de que las células cancerosas poseen el don de la inmortalidad. Si pudiéramos arrebatárselo, sin importarnos las mutaciones que les confiere tal virtud, no moriríamos de cáncer. Y la forma de lograrlo es evitar que amplíen los telómeros”.

¿Pero qué son los telómeros? ¿Por qué son tan importantes para conservar la juventud? De Grey se enfrenta a un doble reto. Por un lado, debe evitar que las células malignas conserven intactos sus telómeros, y por el otro, ha de estimular su reparación en las células sanas de órganos y tejidos, como la sangre, la piel y el estómago. Estos y otros lugares albergan stem cells que proliferan para reponer las bajas que ocurren.
El quid de la cuestión está en la punta del cromosoma
Los telómeros consisten en repeticiones en tándem de pequeñas secuencias de letras genéticas implicadas en numerosas funciones. Recordemos que el abecedario de nuestro ADN se compone de cuatro letras: A, T, C y G. Se sabe que participan en la división de las células y en la estabilidad cromosómica, y que fijan el tiempo de vida de las estirpes celulares. Descubiertos por Hermann Joseph Muller en los años 30, los telómeros se pueden comparar con los protectores de plástico que tienen los cordones de zapatos en sus extremos, para evitar que los cromosomas –nosotros tenemos 23 pares en cada célula– se deshilachen y se peguen entre sí. 
El problema de estos guardianes cromosómicos es que en cada división celular sufren un desgaste que se traduce en un ligero acortamiento. Y con el paso del tiempo, el recorte telomérico puede comprometer el funcionamiento de los genes. Cuando alcanza un recorte crítico, la célula entra en un proceso de senescencia que acaba con su muerte. Por ejemplo, los telómeros de las células sanguíneas de un recién nacido miden 8.000 pares de letras genéticas y se reducen a 1.500 pares en un anciano. Cada vez que una de estas células se divide, sus telómeros pierden de 30 a 200 letras, un peaje que a la larga se paga con la vida. 

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