TEMARIO

sábado, 2 de agosto de 2025

EL ASEDIO DE MALTA 1565

 



Crónica del Gran Sitio de Malta, año del Señor de 1565

En el siglo XVI, cuando el mundo aún temblaba bajo la sombra del Imperio Otomano, una pequeña isla en el corazón del Mediterráneo se convirtió en el escenario de una de las más fieras y heroicas resistencias de la Cristiandad. Aquel lugar era Malta, y aquel año, el de nuestro Señor mil quinientos sesenta y cinco, sería recordado como el del Gran Sitio.

La amenaza del Oriente

El sultán Solimán el Magnífico, monarca de inigualable poder, deseaba aplastar a la Orden de San Juan, cuyos navíos acosaban sin cesar a las embarcaciones musulmanas desde su base en Malta. Para él, aquella roca era un aguijón clavado en el flanco del imperio. Malta debía caer. Y así, ordenó la partida de una fuerza colosal: más de cuarenta mil hombres, acompañados por una poderosa flota de guerra.

Al frente marchaban Mustafá Pachá, general del sultán, y el temido almirante Piali Pachá, junto al legendario corsario Turgut Reis (Dragut), el azote del Mediterráneo.

La resistencia cristiana

Defendiendo la isla se hallaba el anciano pero valeroso Jean de La Valette, Gran Maestre de la Orden de San Juan, acompañado de unos 500 caballeros, soldados españoles e italianos, y miles de voluntarios malteses. No eran más de 6.000 hombres contra un mar de enemigos, pero su espíritu era firme como las piedras de sus fortalezas.

Los fuertes de San Elmo, Birgu y Senglea serían el escudo de la isla, y sus muros pronto resonarían con el estruendo de la guerra.

La furia del asedio

El 18 de mayo, las naves otomanas arribaron a las costas de Malta. El cielo se oscureció con el humo de sus cañones, y la tierra tembló bajo sus pasos. Pronto comenzó el sitio, y la primera sangre se derramó en el Fuerte San Elmo, que custodiaba la entrada al Gran Puerto.

Durante casi un mes entero, los defensores de San Elmo resistieron bombardeos incesantes, ataques diurnos y nocturnos. Al fin, el 23 de junio, tras la caída del fuerte y la masacre de sus defensores, Mustafá Pachá creyó que la victoria sería suya. Pero había pagado caro: 6.000 de sus hombres habían perecido, y Dragut, el más temido de los corsarios, cayó muerto por el fuego de los defensores.

Birgu y Senglea: las rocas inexpugnables

A continuación, los otomanos pusieron sitio a Birgu y Senglea, donde La Valette dirigía la defensa con energía casi sobrehumana. Día tras día, las murallas eran batidas, pero jamás cedían. Los caballeros luchaban con la espada en una mano y el rosario en la otra, mientras los malteses cargaban rocas, pólvora y esperanza.

Los combates eran brutales. En ocasiones, los otomanos cavaban túneles bajo los muros para volarlos desde abajo; otras veces, lanzaban cabezas de cristianos decapitados como advertencia. En respuesta, los caballeros arrojaban cuerpos mutilados de jenízaros con amenazas grabadas en latín. No era una guerra: era una lucha por la civilización.

La ayuda llega desde Sicilia

Cuando todo parecía perdido, cuando los muros estaban agrietados y los hombres agotados, el socorro llegó desde Sicilia: un contingente enviado por el virrey Don García de Toledo, enviado del rey Felipe II. El 7 de septiembre, las tropas españolas desembarcaron en el norte de la isla. Atacaron a los otomanos por la retaguardia y causaron estragos.

Desmoralizados, enfermos, diezmados, los turcos se retiraron finalmente el 11 de septiembre, abandonando su sueño de conquista. La isla, sangrienta pero libre, había resistido.

El legado de la sangre

El precio fue terrible: miles de cadáveres y ruinas por doquier. Pero Malta se mantuvo como baluarte de la fe cristiana, y La Valette, envejecido pero victorioso, fue honrado en toda Europa.

Poco después, sobre la colina frente al Gran Puerto, se fundaría una nueva ciudad: La Valeta, cuyo nombre recordaría por siempre al hombre que no permitió que el Islam pusiera pie firme en Occidente.


“Nunca, en toda la historia de la guerra, tan pocos resistieron a tantos durante tanto tiempo con tanto valor.”
Crónica anónima de un soldado español, 1565

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